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lunes, 9 de octubre de 2017

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La creación del CONICET es obra de Juan Domingo Perón

 

C.A.B.A., Argentina, UNASUR-CELAC, EL EMILIO, historia nacional
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Por Enrique Oliva

¿Por qué al CONICET se le quitan años? Fue fundado en 1951 por una democracia y no en 1958 por una dictadura. 
El pasado jueves 5 de febrero de 2004, según la página Internet www.conicet.gov.ar se habrían cumplido 46 años de la fundación del CONICET. En dicho sitio, al hablar de historia, origen y trayectoria del mismo, dice que fue creado “por Decreto Ley número 1291 del 3 de febrero
de 1958″; es decir, sería obra y mérito de quien también firmó fusilamientos de argentinos y la entrega del país al FMI, el dictador general Pedro Eugenio Aramburu.
Pero no se registró ninguna celebración. ¿Por qué? Porque un buen número de investigadores y otros miembros del organismo, cuestionaron con razón que esa no es la fecha de fundación del CONICET. Y se prefirió no hacer recordación alguna. Una plausible actitud de las autoridades.
La verdad, la pura y documentada verdad, es que el CONICET fue creado por el decreto número 9695 firmado por el General Juan Perón con fecha 17 de mayo de 1951, y refrendado por los ministros Raúl Mendé, Humberto Sosa Molina y Méndez de San Martín. Este decreto perfeccionó y reunió a otros organismos ya creados por el mismo gobierno justicialista.
Insólitamente, hasta en las informaciones oficiales, por años se vino diciendo y repitiendo que ese importante ente fue fundado por el Premio Nobel doctor Bernardo Houssay en 1958.
Resultaba patético que en un organismo de investigaciones científicas se dieran fechas erróneas sobre el origen del mismo, y aparecieran así en informaciones periodísticas. No es de creer que alguien prefiera adjudicar indebidamente su creación a una dictadura, cuando fue obra de ungobierno democrático siete años antes. Es decir, tiene 53 años de existencia y… solera.
Este proceder puede deberse a resabios del oprobioso decreto 4161 de marzo de 1956, que condenaba con multa y cárcel cualquier mención a Perón y Evita o alguna palabra derivada de ellos o del patriótico accionar de ambas figuras tan caras al sentir de los argentinos.
Hasta ahora, esta actitud maligna fue bastante usada. Se cambia un término para apropiarse de ideas o hechos, como si la implacable historia pueda ignorar indefinidamente cuanto pasó en aquella década feliz para criollas y criollos.
La jerarquización de los investigadores científicos
Vale la pena leer el olvidado decreto 9695, sus avanzados fundamentos y la seriedad otorgada a aquel organismo revolucionario. La conducción se la reservó el propio Presidente de la Nación, para darle más jerarquía y efectividad.
Hoy no puede ignorarse el importante trabajo realizado por el originario Consejo. Nada se recuerda ni agradece a los iniciadores de la investigación organizada y planificada plurianual, de acuerdo a las necesidades de los planes de desarrollo. Allí dejaron rastros las tareas de científicos como José E. Balseiro, cuyo nombre lleva el actual Instituto de Bariloche.
También lo fueron, entre tantos otros compatriotas, Enrique Gaviola, Otto Gamba (primer extranjero que integrara poco después la Comisión Nacional de Energía Atómica de Francia) el astrónomo Padre Busolini y notables profesores europeos y norteamericanos, quienes trajeron al país sus conocimientos en intensos seminarios y cursos.
Entre otras realizaciones fundamentales, el CONICET no recordado concretó el Primer Censo Científico Técnico Nacional. Era indispensable saber quiénes, qué, dónde, cómo y con qué se investigaba en nuestro país, tanto en lo privado como público. De esa consulta y sus conclusiones, se decidió dar prioridad al estímulo de dos disciplinas hoy privilegiadas en todo el mundo moderno: física y química, cuya implementación se ligaba a las necesidades del Segundo Plan Quinquenal. Con tales proyectos plurianuales, a los que se está retornando con más énfasis en estos momentos.
Reconocer la fecha exacta de la creación del CONICET, como a los científicos argentinos y extranjeros que colaboraron en ese empeño, reivindica la verdad histórica. El CONICET apostó acertadamente a que el desarrollo de nuestro país era inseparable de los avances de su propia investigación científica y técnica. Es decir, Argentina tenía bien formulada una política de estado en ese campo, llegando así a ocupar un lugar destacado que llamó la atención internacional.
Antes de fundarse el CONICET, el 10 de marzo de 1950 (decreto 5248) se creó la Dirección Nacional de Servicios Técnicos. Luego sorprendió al mundo, el 31 de mayo de 1950, poniendo en marcha, por decreto 10398, la Comisión Nacional de Energía Atómica, solo con fines pacíficos. Algunos pensaron que se trataba de un vacío golpe de efecto político, pero el tiempo demostró cuán valioso resultó formar nuestros propios científicos y técnicos en energía nuclear, hoy respetados internacionalmente. Y el 4 de julio del mismo año, por decreto 13443, comenzó a funcionar la Dirección Nacional de Investigaciones Técnica y Científicas.
Entre las maniobras de la dictadura contra la memoria científica-técnica de la Argentina, trató de cubrirse con el prestigio del Premio Nobel Bernardo Houssay para escamotear el mérito de la creación del CONICET, concretada y de meritoria actividad desde siete años antes.
Nota: En el caso del CONICET, viene a cuento un ejemplo cercano al descubrimiento de América y repetido desde siempre. En 1513 Vasco Núñez de Balboa, luego de una heroica travesía de la selvática América Central, superando increíbles sacrificios, descubrió nada menos que el Océano Pacífico. Dio unos pasos sobre las olas, comprobó que el agua era salada y sin límites a la vista, introdujo su espada en ese mar y lanzó la fórmula ritual: “Te tomo en posesión en nombre del Rey de España”. Luego, el sacerdote que lo acompañaba y que, por supuesto sabría escribir, hizo una relación del acontecimiento enviándola a la Corona, con un garabato a modo de firma de Balboa.
Con las lógicas demoras de aquellas épocas, al fin la noticia llegó a la Corte española, como también años después, arribaron referentes de la magnitud del mar descubierto. El Rey y sus nobles lamentaron que tal proeza la hubiera realizado un plebeyo analfabeto, considerado sin mérito para pasar a la historia. Entonces se decidió enviar una expedición al mando de un duque para “descubrir oficialmente” el Océano Pacífico. Este noble llegó a Panamá sin alcanzar la costa pacífica y, naufragio mediante, jamás se volvió a tener noticias de él. Ahora se lo recuerda sólo al humilde y esforzado Balboa, el analfabeto (como lo fueron Cortés, Pizarro, De Soto, etc.), como el descubridor del más grande océano. Mientras, el nombre del duque cayó en el olvido.
Este histórico suceso en nuestro tiempo y país, se ha repetido desde 1955 en múltiples imposturas similares, con injusta frecuencia, olvidando la enorme obra del General Perón. Felizmente, hemos presenciado el jueves pasado una rectificación que puede dar comienzo a otras. Por nuestra parte, iniciamos así una serie de notas sobre el padre del Justicialismo en su visión y creación en el campo de la ciencia y la técnica.
Enrique Oliva


Serie “Perón y la ciencia y técnica” – Nota I (Nota original de “Urgente 24”, 10 febrero 2004)

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