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sábado, 26 de marzo de 2016

Tinkunaco 0412/16 - El Beneficio de los Golpes de Estado.

El Beneficio de los Golpes de Estado. 
 
Aunque los golpes de Estado en la Argentina han tenido características disímiles –provocadas por coyunturas diferentes– todos han poseído una sorprendente semejanza. Todos han provocado la disminución de la participación de los asalariados en el PBI. Cada uno de los golpes de Estado dejó a quienes perciben un salario, con una porción menor de toda la riqueza que se produce en Argentina. Los beneficiados por los golpes de Estado han sido invariablemente quienes no viven de su salario.
 En 1955, antes del golpe de Estado, los asalariados se quedaban con alrededor del 50% del PBI. Se trataba de un logro reciente que cortaba una tendencia previa en sentido contrario. La Revolución Libertadora vino a corregir la anomalía. Se dedicó a la tarea con empeño desde el momento de la toma del poder. Ese mismo año la participación de los asalariados en el PBI cayó 2 puntos porcentuales y cuatro años después había descendido al 37%, es decir había caído 13 puntos porcentuales.
En 1976 la participación de los asalariados se había recuperado y, aunque no había podido borrarse el legado de la Revolución Libertadora, la porción con la que se quedaban los asalariados había trepado al 45%. Era necesaria una nueva intervención correctora. El Proceso de Reestructuración Nacional que comenzó con el golpe en 1976 se mostró más eficaz que su predecesor. Para 1977-78 los asalariados se quedaban sólo con el 27% del PBI.
Ambos golpes de Estado apelaban a un discurso centrado en el orden y en la corrección de los excesos producidos por sus predecesores. A partir de allí una regla es cierta en nuestro país, cuando un gobierno habla de orden hay que estar seguro que lo que sucederá luego que el supuesto desorden haya sido corregido es que los asalariados habrán perdido algún punto porcentual en la distribución del PBI.
Ayer hemos marchado para conmemorar el último golpe de Estado que nos tocó sufrir. Lo hemos hecho, en parte, para asegurarnos de que algo semejante nunca más sea posible. Nos gustaría creer que esta es la razón por la que la recurrencia de golpes se haya interrumpido. Sin embargo, una vez que se ve quienes han sido los beneficiados y los perjudicados en los golpes de Estado otra posible explicación aparece. Tal vez no se trata de que ahora ya no sean posibles sino de que no son necesarios. El mismo resultado puede obtenerse con medios menos cruentos. Es posible reducir la participación de los asalariados en el PBI sin romper la continuidad institucional.
Para lograrlo sólo hace falta convencer al electorado de que hay un desorden que se debe organizar. Se le debe prometer que el proceso de reorganización será doloroso pero que los resultados a la larga serán beneficiosos. Luego de que el proceso de reorganización haya terminado, estarán sentadas las bases para que todos puedan prosperar. Si el electorado se convence de que como los remedios generalmente son amargos, todo lo de sabor amargo es un remedio, ya no habrá nada que lo detenga de tragar cualquier pócima. Más aún, para el convencido por el discurso, que sea amarga –exija recortes, disminuya el poder adquisitivo, requiera despidos, aumente el endeudamiento– se vuelve una prueba de que es un remedio.

Hugo Seleme

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