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viernes, 25 de marzo de 2016

Tinkunaco 0409/16 - Aniversario del golpe cívico militar de 1976 - Délfor "Pocho" Brizuela, Sec. de DDHH de la Provincia de La Rioja

Fotografía publicada en http://colectivoepprosario.blogspot.com.ar




Aniversario del golpe cívico militar de 1976 - Délfor "Pocho" Brizuela, Sec. de DDHH de la Provincia de La Rioja

Hoy es 25 de marzo. Es Viernes Santo y esta nublado y gris. Yo pude despertarme un poco más tarde, después de jornadas intensas, por el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia. 

Llegué muy rendido fisicamente, como a la una y pico de la madrugada y me dormí rápidamente, aunque tuve que interrumpir mi sueño, por el sonido estridente del teléfono celular cargándose en mi mesa de luz, a eso de las cinco de la mañana con el aviso de mi madre, que fuera a auxiliarlo a papá, que se habia caido al volver del baño.
 

Raudamente y en chancletas me fuí en el auto por calles vacias y húmedas.
 

Levanté a papá, que estaba bien.
 

Lo ayudé a que se acostara y siendo ya como las seis de la mañana, recorrí con mucho sueño el pasillo de casa, hasta la cocina, donde mamá, más tranquila, sentada en camisón, en la presidencia de la vieja mesa familiar, leía el diario recién llegado.
 

La saludé de lejos y me volví, con la premura de no  mezquinarle al sueño y retomarlo rapidamente en mi casa, distante unas diez cuadras de la de mis viejos.

En el camino se me cruzó el recuerdo en imágenes de 40 años y un dia atrás, cuando solo tenia 16 años. No eran las 06:00, eran las 7 y 15 de la mañana en aquel día, también gris y de llovizna, como hoy temprano.
 

Yo hice el mismo y cotidiano camino. De mi pieza, en aquel tiempo, hoy la que habitan papá y mamá, entredormido, con "modorra", como casi todos los días adolescentes para, de parado nomás y a las apuradas, tomar un trago de café y rumbear al Colegio Nacional.

Pero aquel día, de aquel año -24 de marzo de 1976- mi madre, como esta madrugada, en la presidencia de la mesa familiar. Mi Padre, al costado izquierdo, donde hasta hoy se sienta, con los ojos de desvelo, me dijeron, hijo no te apures porque no hay clase.
 

Y continuó mamá: muy de madrugada se produjo un golpe militar y a las 4 de la mañana llevaron presa a tu tía Nena.

Ella era y es mi tía, mi madrina de bautismo, mi profesora de castellano y literatura.
 

Su marido, el tío Ariel, y sus hijos, mis primos, Puqui y Arielito, casi de mi misma edad, vivian allí, en casa de mi abuela Brígida,q ue aquel día había escuchado el timbre y atendido a la cuadrilla militar.

Yo, sin articular muchas palabras, impulsado nada más que por el cariño familiar, saqué la bicicleta mini del garage, y bajo la tenue llovizna me fuí hasta la casa de mis abuelos, distante solo dos cuadras de mi casa.

Dejé la bicicleta en el zaguán, de la antigua y angosta casa de los abuelos y palpé, en los rostros desencajados de mis parientes y en su preocupación inquieta y a la vez resignada y abatida, la tristeza, la bronca contenida y en aquel momento impotente, de un día grave y terriblemente gris.

La lluvia siguió intermitente en aquella jornada.
 

Mientras averiguábamos de mi tía, dónde estaba, con quién hablar, que puertas tocar ,nos enterábamos de otros conocidos y amigos que habían corrido igual suerte: los del Diario El Independiente, muchachos de la Juventud Peronista, sindicalistas, poetas, docentes y pintores, cristianos, que trabajaban al impulso de los vientos evangélicos de Angelelli.

Asi viví, hace 40 años y un día.

Hoy, como entonces, es otoño.
 

Yo deje el adolescente de aquellos dias.
 

Tengo unas cuantas canas y unos pocos remedios en mi mesa de luz.

Trato y me esfuerzo, para que el remedio que nunca me falte, sea el de la Memoria, la Verdad y la Justicia.


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