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domingo, 28 de febrero de 2016

Tinkunaco 0238/16 - Re: Palabras - Las Ratas

Palabras (Hugo Seleme, abogado de las razzias, cordobés)

Las Ratas

En el año 2011 se desarrollaron una serie de experimentos con ratas para determinar si estaban dispuestas a ayudar a otras ratas expuestas a situaciones de sufrimiento. Básicamente se quería comprobar si una rata era capaz de aliviar el sufrimiento de otra, liberándola de la jaula en que se encontraba cautiva, aun si esto no le reportaba a la primera ningún beneficio. Los resultados fueron sorprendentes. Las ratas no sólo ayudaban a las otras a cambio de ningún beneficio, sino que estaban dispuestas a renunciar a obtener beneficios para ayudar a otras. Cuando a las ratas se les presentaban dos jaulas, una en la que estaba encerrada otra rata y una en la que estaba guardado un pedazo de chocolate, sistemáticamente optaban por liberar primero a la cautiva y juntas compartían el chocolate.

Los resultados fueron publicados en la revista Science. El director del equipo que condujo la investigación, Peggy Mason, concluía: “Lo que explica el modo de actuar de las ratas no es nada más que el sentimiento que les produce ayudar a otro individuo”. Las ratas ayudan a otras ratas simplemente porque las que necesitan ayuda son ratas. Pueden percibir el sufrimiento que está padeciendo el otro individuo como propio y estos las mueve a intentar aliviarlo. En una palabra, son empáticas. La conclusión era impactante porque hasta allí se pensaba que animales tan primitivos como las ratas no podían ser capaces de desarrollar uno de los rasgos más característicos de los seres humanos.


Viendo lo que sucede en nuestro entorno el descubrimiento es impactante por un motivo adicional. Parece que las ratas poseen un rasgo del que alguno de nuestros conciudadanos carece. Para ponerlo en términos acordes con la época, tan proclive a hablar de déficits y ajustes, nuestra sociedad sufre de un déficit de empatía. Las dinámicas que lo han producido son variadas, pero una ha cobrado relevancia los últimos meses. Se trata de la “dinámica de la diferenciación o de la división”. Mientras que las ratas pueden percibir que quien está sufriendo es otra rata semejante a ellas, algunos de nuestros conciudadanos sólo pueden percibir lo que los diferencia.


La “dinámica de la diferenciación” construye grupos a partir de los rasgos que nos distinguen – sean estos reales o inventados – para ocultar lo que nos vuelve semejantes. No sentirse conmovido porque un ser humano se quede sin trabajo, por ejemplo, es difícil. En cambio es perfectamente posible no conmoverse en lo más mínimo si el que pierde el trabajo es un “ñoqui” o un “militante”. No sentirse conmovido porque existan seres humanos sin lo indispensable para vivir es difícil, salvo que los vea como “planeros”, “negros” o “vagos”. Permanecer impasible ante los golpes que otro ser humano recibe es dificultoso, a menos que los perciba como “activistas” o “infiltrados”.


La “dinámica de la diferenciación” impide que uno pueda ubicarse en el lugar del otro. Al final del camino uno sólo puede ubicarse en el lugar propio y sólo es sensible a los males que padece. Los otros se vuelven un paisaje más o menos desagradable, un telón de fondo de lo que realmente importa: yo. Los individuos se transforman en átomos que se atraen o repelen sólo movidos por la fuerza del autointerés. Lo que nos define como individuos pasa a ser lo que nos diferencia – no aquellas características que nos unen – y la desconfianza hacia el otro y el desprecio se vuelven moneda corriente.


La próxima vez que esté tentado a decir que vivimos en un “nido de ratas” piénselo dos veces. Las ratas no dejan libradas a su suerte al que sufre. No priorizan su propio bienestar al ajeno. Están dispuestas a sacrificar sus intereses personales para ayudar al necesitado. No están dispuestas a quedarse con todo sin darle al otro lo que le corresponde. Prefieren compartir lo que tienen, a la alternativa de disfrutarlo en soledad mientras el otro mira la escena como un espectador a través de los barrotes. Las ratas saben que todas son ratas. Una lección que algunos de nuestros conciudadanos todavía no han aprendido.


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